Es importante aclarar
desde el principio, que lo que llamamos educación ambiental tiene varios
horizontes de interpretación y, acorde con estas orientaciones, se generan
diferentes metodologías de enseñanza. Las tendencias ecologistas proyectan el
proceso educativo como un engrandecimiento del curriculum, abarcando así los procesos ecosistémicos. La
perspectiva tecnológica se enfoca en la capacitación de las habilidades técnicas
que logren corregir los impactos sobre el medio. La economía neoclásica ve la
educación ambiental como una agregación en el curriculum, de las externalidades, con el fin que los efectos sobre el ambiente se exterioricen
en el estudio del mercado. La posición del ambientalismo político recae en la
necesidad de hacer una innovación profunda de los métodos científicos y
educativos para la cimentación de una sociedad alternativa.
La crítica
ambiental al sistema educativo, permanece y profundiza los análisis del marxismo
y las corrientes funcionalistas. Coleman y Jenks habían demolido, dentro de la
más estricta técnica empírica, el mito de la educación como apoyo de la
democracia. Las desigualas sociales no se explican por la educación; ésta ciertamente
se explica por el sistema de competencia económica. Los sistemas de elevación
social no se apoyan sino en forma minúscula en la capacitación ofrecida por el
sistema educativo. Más aún, Bernstein halla que la educación encierra
diferentes códigos sociolingüísticos para las diversas clases sociales y que,
por tanto, ayuda para perpetuar las diferencias.
El sistema
educativo ha pretendido adaptarse a la producción económica, orientado hacia la
capacitación de la mano de obra que pretende el desarrollo tecnológico. Ha sido
uno de los objetivos más claros de las reformas educativas y de la
profesionalización de la educación superior. No se puede indicar, por tanto,
que esté de reverso al país. Ha querido ceñirse más bien a los requerimientos
de su desarrollo. Sin embargo, este esfuerzo de acomodamiento a la producción
económica no ha obtenido los resultados pronosticados. En el campo de la
competencia, el papel de la capacitación es relativamente minúsculo. No existe
una correlación entre profesión y ocupación. Está definida por distintos
criterios y se basa muy poco en la acumulación, o en la correspondencia de los
títulos profesionales. Lo que Collins llama “la espiral inflacionaria de títulos académicos” no es, por
tanto, fortuito. Tampoco lo es la progresiva desocupación profesional, que en
América Latina ha venido aconteciendo en forma alarmante. Al parecer, el
sistema educativo está hecho para conservar los desniveles sociales y no para
superarlos.
La crítica
marxista, por su parte, se ha interesado por descubrir el curriculum oculto
de la educación, que a través de la violencia simbólica practicada mediante el
autoritarismo, perpetúa el derecho a la desigualdad (Bourdieu y Passeron). Por
otra parte, la tecnificación de la educación universitaria tiene por objetivo
mantener la diferencia kantiana entre conocimiento científico y decisión
política (Bowles y Gintis). Ello representa una pared para la participación
ciudadana, Las decisiones políticas se constituyen secretamente dentro de los
estratos sujetados con la orientación del progreso. Todos los políticos parlamentan
de participación, pero todos comprenden que ésta debe obtener sus límites para
garantizar la organización actual del trabajo.
La crítica ambiental a la educación excava las
anteriores perspectivas en dos aspectos primordiales. Ante todo, la dificultad
de articular el conocimiento para un diagnóstico interdisciplinario de la
realidad. En segundo lugar, el apartamiento del sistema educativo del
análisis y la solución de los problemas ambientales, esencialmente
de las comunidades marginadas y, consiguientemente, el apartamiento del mundo
científico con relación a las realidades cotidianas.
Articulo realizado por: Lorena Benavides
Código 2012260078
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